La segunda jornada de la crisis en la que ha desembocado la larga
marcha del euroescepticismo conservador británico, cuando ya tiene en
sus manos el
acuerdo que confirma que Reino Unido se irá de la UE en marzo, ha comenzado con voces roncas por la lectura nocturna de las 500 páginas, ha seguido con
dimisiones de ministros, motines en el Parlamento, amenazas de derrocar a la primera ministra,... y ha terminado con Theresa May respondiendo a un periodista: «¿Voy a lograr que esto se apruebe? Sí».
El corresponsal político de 'The Sun' le había preguntado
si se presentará a la reelección
en el caso de que 48 cartas sean recibidas por un comité conservador
que está obligado a abrir entonces un proceso electoral en el grupo
parlamentario. Es un problema menor para May. Los 'brexiters'
recalcitrantes llevan meses contando cartas. Si fuerzan la elección,
serían aplastados.
El
problema fundamental para May
y para la política europea es que no se sabrá hasta diciembre, después
del Consejo Europeo, si el acuerdo sobre el 'brexit' negociado entre
Londres y Bruselas contará con la
mayoría en la Cámara de los Comunes.
No lo parece. La mayoría en este Parlamento se encontraría corrigiendo
el acuerdo en una dirección de más integración en la UE.
Son dos documentos. Una declaración de siete páginas que es un
recetario de buenas intenciones
sobre la relación futura. Y un acuerdo de retirada- ciudadanos
residentes, compromisos presupuestarios y frontera irlandesa, más
protocolos diversos, incluyendo uno sobre cooperación en torno a
Gibraltar - en el que la frontera exterior de la UE en Irlanda se
ramifica de manera compleja.
Theresa May, en su declaración parlamentaria, ha insistido en que el acuerdo es
«el 'brexit' por el que votó la población británica» y representa «el interés nacional». El más longevo 'brexiter',
Bill Cash, lo ha descrito como una 'abyecta claudicación'. Otro diputado,
Mark François,
le ha advertido de que más de 80 escaños de su partido votarán contra
el acuerdo. Si ese es el número, la mayoría parece imposible.
Porque
el Partido Democrático Unionista (DUP), que pactó su apoyo al Gobierno
de May, ha desertado. «Pero ya sabemos que no escucha», le ha espetado
su hombre fuerte,
Nigel Dodds, como conclusión de un
discurso de menosprecio, por incumplir el compromiso de que no haya
diferentes regulaciones o más extensos controles aduaneros entre la
provincia y Gran Bretaña, como consecuencia del 'Brexit'.
Atrapados
Tras
su marcha política, en marzo de 2019, Reino Unido permanecerá en las
estructuras de la UE sin voz ni voto, hasta diciembre de 2020. En junio
de ese año, las dos partes analizarán si su negociación sobre la futura
relación puede terminar en seis meses, para
decidir si extienden el tiempo de transición «hasta el 31 de diciembre de 20XX», dice el documento sin despejar el horizonte.
El
acuerdo contempla entonces la posibilidad de que, si la negociación no
se cierra, Reino Unido permanezca en la unión aduanera e Irlanda del
Norte tendrá que seguir regulaciones del mercado único, hasta que se
llegue a un
entendimiento sobre relaciones comerciales
que haga innecesaria la frontera física en Irlanda. Las dos partes
tienen que compartir la idea de que han alcanzado esa solución.
Ese
aplazamiento de la soberanía para firmar tratados comerciales con
terceros y el hecho de que su Parlamento no pueda irse por su cuenta de
la transición obligó al ministro del 'brexit',
Dominic Raab,
a dimitir: «Ninguna nación democrática ha firmado jamás ser atrapada
por un régimen tan extenso, impuesto externamente sin ningún control
democrático de las leyes que se aplicarán y sin la capacidad de
marcharse».
La otra ministra dimitida,
Esther McVey,
de Empleo y Pensiones, fue más personal. May le había negado, el
miércoles, su exigencia de una votación en el Consejo de Ministros que
dio un visto bueno genérico al acuerdo. Este jueves le ha escrito:
«Hemos pasado de decir que salir sin acuerdo es mejor que un mal acuerdo
a decir que cualquier acuerdo es mejor que salir sin acuerdo. No puedo
defenderlo».
El
itinerario de May es una mina de citas
que contradicen lo que ahora defiende. Pero lo hace todo con
persistencia y una energía considerable, a pesar de su diabetes. Tras
regatear a una decena de ministros disidentes en el Gabinete que debatió
el borrador durante cinco horas, se entrevistó individualmente con tres
líderes de la oposición. Este jueves ha replicado a diputados
envalentonados por su debilidad durante tres horas. Luego, a la prensa.
La corporación de la City de Londres saluda
«un paso adelante».
La Confederación de la Industria Británica se suma a la idea de que es
«un avance». El empeño de May es popular entre una población en la que
se oye la palabra 'caos' a menudo. El veterano 'tory',
Kenneth Clarke, ha resumido la sabiduría nacional del momento en la BBC: «Quien diga que sabe cómo acabará esto se está engañando».
La primera ministra contempla por primera vez la posibilidad de continuar en la Unión
Los
negociadores de la Comisión Europea no han especulado sobre qué
ocurriría en el caso de que el Parlamento de Londres rechace el Acuerdo
de Retirada británica, tras su previsible aprobación, el día 25, por el
Consejo Europeo. Theresa May mantenía hasta ahora que, en el caso de que
el acuerdo sea rechazado, Reino Unido abandonará la UE igualmente sin
más negociaciones.
Una salida así crearía trastornos a las dos
partes, a ciudadanos y a empresas. Y no parece posible que la mayoría en
este Parlamento acepte esa conclusión sin un fuerte enfrentamiento con
el Ejecutivo. Además, tras el fracaso May se alinearía con los
furibundos 'brexiters' que desean marcharse sin acuerdo o simplemente
les entregaría los bártulos. La salida sin más, tras un voto negativo,
parece absurda.
La primera ministra reiteró ayer en el Parlamento
algo que había dicho por primera vez en la noche del miércoles, en un
breve discurso al término de la reunión del Gabinete que dio su visto
bueno al acuerdo. «Cuando la limpias de los detalles, la elección que
tenemos es clara: este acuerdo, marcharnos sin acuerdo o que no haya
'brexit'».
May nunca había contemplado antes la posibilidad de
que se interrumpa el 'brexit' y se ha opuesto tajantemente a la
convocatoria de un segundo referéndum. La novedad ha sido anotada. Un
diputado laborista, Chris Leslie, le preguntó qué preparativos ha hecho
el Gobierno, además de para una salida sin acuerdo, ante la posibilidad
de que el 'brexit' se detenga. La primera ministra mostró sorpresa.
Elecciones
Hay
cuestiones legales y constitucionales sin resolver sobre las formas del
voto de los diputados, sobre la posibilidad de hacer enmiendas a la ley
del acuerdo, sobre la fuerza que tendría una decisión de los Comunes de
ordenar al Gobierno que adopte tal o cual rumbo de renegociación. El
Ejecutivo podría desoír una petición de una mayoría para la celebración
de un referéndum.
Una derrota del acuerdo podría a la celebración
de elecciones. Crearía una situación compleja al Partido Conservador,
que difícilmente podría mantenerse unido. ¿El temor a entregar la
gobernación a Jeremy Corbyn, con el programa de reformas más radical
desde 1945, sería suficiente para sostener un Ejecutivo y gestionar el
desorden y el indudable impacto negativo de una salida abrupta de la UE,
al menos en el corto plazo?
Corbyn parece convencido de que, si
los laboristas ganasen unas elecciones, él podría negociar rápidamente
un acuerdo más sencillo, porque quiere mantener el acceso completo al
mercado común y no tiene las exigencias conservadoras de poner fin a la
libertad de movimientos o al papel del Tribunal de la UE, por ejemplo.